“Ghost stories”, el nuevo e interesante disco de Coldplay

Os dejamos por hoy con una canción estupenda de los británicos COLDPLAY. Y es que hemos de reconocer que su nuevo disco, “Ghost stories”, a la venta desde hace menos de una semana, nos ha sorprendido. No con la admiración y las emocionantes sensaciones que nos causó “A Rush of Blood to the Head”en 2002 y que en su momento nos encantó (aunque el paso del tiempo no le haya sentado del todo bien); pero que tantos años y tantos discos y hits pop de éxito a nivel planetario después entreguen una obra como “Ghost stories”, con canciones realmente buenas y con una producción y unos arreglos tan ricos, complejos y actuales, como huyendo los más fácil y comercial y coqueteando nuevamente con el espíritu indie de sus orígenes, o como intentando al menos reinventarse o rejuvenecer un poco su propuesta, tiene su mérito, muestra capacidad de reacción. Parece que a Chris Martin le han sentado bien (en lo creativo) sus desavenencias matrimoniales y posterior separación con la actriz Gwyneth Paltrow. Las letras van sobre el desengaño amoroso y la adicción sentimental y tal letal, y según lo que hemos leído, no tienen mayor trascendencia, de puro sencillitas y tópicas, pero a pesar de esta mediocridad en lo lírico, las canciones brillan, algunas incluso mucho, en el apartado melódico y en lo más puramente musical, más aún tratándose de una banda que habíamos dado casi por irrecuperable, en lo referido estrictamente a la creación y evolución artística, se entiende. Una de nuestras publicaciones musicales preferidas en Internet orienta a sus lectores sobre este disco de Coldplay : “os gustará si lo hacen los U2 de principios de los 90, los Radiohead de finales de los 90”, o -el más contemporáneo- Bon Iver”. No está mal escrito, no.

Va, para dar comienzo al día, “Magic”, quizá la mejor de todas las canciones del nuevo disco de COLDPLAY, en un video también muy chulo. Para un martes, ni tan mal.

«Un lugar sin ley» de David Lowery

Hoy os queríamos hablar de la peli “EN UN LUGAR SIN LEY”, que vimos el domingo por la tarde en los Multicines de Bilbao. Escrita y dirigida por David Lowery, nos cuenta, en un western crepuscular muy bien fotografiado y no tan bien narrado, los penosos avatares por los que, a primeros de los 70s, ha de pasar un joven texano (Casey Affleck), enamorado hasta lo insensato, por no decir enfermizo, que se ha fugado de la cárcel tras cuatro años entre rejas para reunirse con su bellísima -y nada terrenal- novia y cómplice (Rooney Mara) y su encantadora hija a la que no vio nacer porque ingresó en la penitenciaría para pagar por un crimen (hirió de gravedad a un poli que les tenía acorralados) que cometió su novia pero que él asumió como suyo para librarle a ella de las penalidades penitenciarias. En realidad, es más una peli de amor exacerbado y místico, de explotación de la mitología romántica del héroe perdedor y de descripción de personajes de carácter anclados en entornos y vidas oprimentes, que la típica peli de fugas, de perseguidos por la ley o de acción, tiros y sangre, pero tiene de todo un poco, lo que añade entretenimiento al asunto. Algo morosa, reiterativa, tangencial y especulativa, casi cada fotograma de la peli evidencia su principal lastre, los incesantes tics y clichés del cine independiente, que ya nos antojan un poco cansinos de puro vistos (otro día hablaremos de ello, si os parece), pero a pesar de todo, se deja ver sin problema. E incluso con ciertos momentos de delectación, porque la puesta en escena es brillante y adecuada a lo que se cuenta y cómo se cuenta; además, la historia es buena, incluso muy buena a pesar de que el guión deja demasiadas preguntas «prácticas» sin respuesta y de que el ritmo sufre inoportunos altibajos. A favor de la peli, decir que la mayoría de los personajes son originales, nos interesa comprobar lo que les va ocurriendo, y que están bien interpretados por unos actores eficazmente elegidos; y, lo mejor, los vemos sumidos en dilemas de peso y contradicciones afectivas, eso sí, más silueteadas tangencialmente que planteadas como suele hacerse en la narrativa convencional. Lovery sabe, en general, contar el cuento, maneja bien la music y sus significados socio-culturales y estéticos, y saca óptimo rendimiento a la expresividad, poética y misticismo de los paisajes y de los objetos (esos coches y furgonetas, esas pistolas, esos sombreros, esas ropas, sucias y roídas en el caso del preso, inmaculadas y angelicales al estilo country-girl en los vestidos de la madre y la niña…) y las estancias de las casas; además, el fotógrafo de la peli, o quizá también el propio Lovery, es un artista del encuadre y la iluminación, aunque abuse de ciertos planos y algunas retóricas: lo sublime del amor y de la fidelidad, por ejemplo, hay que saber expresarlo con menos utillería y reiteración; nos referimos a un uso más recatado y sensato de la duración de las escenas hija-madre, sin ir más lejos, y de la repetición de algunos conceptos narrativos. En fin, “EN UN LUGAR SIN LEY” os puede gustar. A nosotros nos agradó, a pesar de las reservas que os hemos intentado explicar. La peli iraní “El pasado”, que vimos hace unas semanas, por ejemplo, sin tanto virtuosismo estético ni pleitesía a la imaginería indie, y aun aceptando sus -leves- imperfecciones, nos llegó más, nos afectó más, quizá porque planteaba preguntas de hoy, de nuestro mundo.

Hefner – The Hymn for the Alcohol

Y, pensando en qué video colocaros hoy, no resistimos a la tentación de poneros a HEFNER, banda británica de indie/pop de finales de los 90 y primeros 00 con espectaculares directos, que (somos afortunados) hemos disfrutado muchas veces. Su líder, Darren Hayman es uno de los tipos más encantadores y divertidos que jamás hayamos visto sobre un escenairo. Echamos de menos a esta banda, sí señor. El genial Hayman sigue editando maravillosos discos, como “Essex arms”, con su proyecto en solitario y en plan más cantautor, pero Hefner, en su aparente sencillez/inmediatez eran mucho Hefner, purita esencia del mejor pop. Veámosles en un directo en 2000, con uno de sus muchos himnos que la no muy numerosa pero muy entregada congregación de fans cantábamos por aquella época en sus conciertos.