«Un lugar sin ley» de David Lowery

Hoy os queríamos hablar de la peli “EN UN LUGAR SIN LEY”, que vimos el domingo por la tarde en los Multicines de Bilbao. Escrita y dirigida por David Lowery, nos cuenta, en un western crepuscular muy bien fotografiado y no tan bien narrado, los penosos avatares por los que, a primeros de los 70s, ha de pasar un joven texano (Casey Affleck), enamorado hasta lo insensato, por no decir enfermizo, que se ha fugado de la cárcel tras cuatro años entre rejas para reunirse con su bellísima -y nada terrenal- novia y cómplice (Rooney Mara) y su encantadora hija a la que no vio nacer porque ingresó en la penitenciaría para pagar por un crimen (hirió de gravedad a un poli que les tenía acorralados) que cometió su novia pero que él asumió como suyo para librarle a ella de las penalidades penitenciarias. En realidad, es más una peli de amor exacerbado y místico, de explotación de la mitología romántica del héroe perdedor y de descripción de personajes de carácter anclados en entornos y vidas oprimentes, que la típica peli de fugas, de perseguidos por la ley o de acción, tiros y sangre, pero tiene de todo un poco, lo que añade entretenimiento al asunto. Algo morosa, reiterativa, tangencial y especulativa, casi cada fotograma de la peli evidencia su principal lastre, los incesantes tics y clichés del cine independiente, que ya nos antojan un poco cansinos de puro vistos (otro día hablaremos de ello, si os parece), pero a pesar de todo, se deja ver sin problema. E incluso con ciertos momentos de delectación, porque la puesta en escena es brillante y adecuada a lo que se cuenta y cómo se cuenta; además, la historia es buena, incluso muy buena a pesar de que el guión deja demasiadas preguntas «prácticas» sin respuesta y de que el ritmo sufre inoportunos altibajos. A favor de la peli, decir que la mayoría de los personajes son originales, nos interesa comprobar lo que les va ocurriendo, y que están bien interpretados por unos actores eficazmente elegidos; y, lo mejor, los vemos sumidos en dilemas de peso y contradicciones afectivas, eso sí, más silueteadas tangencialmente que planteadas como suele hacerse en la narrativa convencional. Lovery sabe, en general, contar el cuento, maneja bien la music y sus significados socio-culturales y estéticos, y saca óptimo rendimiento a la expresividad, poética y misticismo de los paisajes y de los objetos (esos coches y furgonetas, esas pistolas, esos sombreros, esas ropas, sucias y roídas en el caso del preso, inmaculadas y angelicales al estilo country-girl en los vestidos de la madre y la niña…) y las estancias de las casas; además, el fotógrafo de la peli, o quizá también el propio Lovery, es un artista del encuadre y la iluminación, aunque abuse de ciertos planos y algunas retóricas: lo sublime del amor y de la fidelidad, por ejemplo, hay que saber expresarlo con menos utillería y reiteración; nos referimos a un uso más recatado y sensato de la duración de las escenas hija-madre, sin ir más lejos, y de la repetición de algunos conceptos narrativos. En fin, “EN UN LUGAR SIN LEY” os puede gustar. A nosotros nos agradó, a pesar de las reservas que os hemos intentado explicar. La peli iraní “El pasado”, que vimos hace unas semanas, por ejemplo, sin tanto virtuosismo estético ni pleitesía a la imaginería indie, y aun aceptando sus -leves- imperfecciones, nos llegó más, nos afectó más, quizá porque planteaba preguntas de hoy, de nuestro mundo.