8 apellidos vascos

Comentemos un poco la peli «8 APELLIDOS VASCOS», de cuyo éxito nos alegramos aunque no nos haya convencido como producto artístico. Emilio Martínez Lázaro es un director del que cabe esperar más, es decir, alta, o al menos mediana comedia y no un sainete de este nuevo costumbrismo rebosante de oportunismo -y calculadísimo- juego político, además plagado de tópicos humorísticos y sociales, calcados/importados de la narrativa -¿un tanto sobreexplotada?- del desternillante programa de sketchs de ETB «Vaya Semanita». Originalidad escasa, por tanto, en el guión y un humor funcional y bien currado, con gags logrados y una historia sencilla y solo medianamente bien resuelta. Lo decimos porque hay escenas completas, como la de la boda o la del viajecito en barco, mal desarrolladas, en las que sobra chabacanismo y/o simpleza y faltan producción e ideas de guión. Un humor de brocha gorda, más de carcajada que de sonrisa inteligente, por su solo esporádica ironía, su exceso de SIMPLISMO en personajes y situaciones (la manifa, el perfil zoquete integral de los kaleborrokas…) y mucho chiste de sal gruesa, todo ello aderezado por la sensual e impactante presencia de una IRREGULAR CLARA LAGO (brilla en lo romántico y en las escenas sexy, funciona en el registro de comedia y falla en lo dramático o cuando el personaje debe mostrar complejidad o profundidad emocional) y por unos fantásticos y gozosos KARRA ELEJALDE (se sale, literalmente, y salva un personaje paródico hasta el extremo y muy poco matizado), Carmen Machi (clava a la conformista y bonachona viuda de un guardia civil) y Dani Rovira, gran revelación actoril del film.
Nos divertimos un montón, por supuesto, y el eficaz guión de Borja Cobeaga y Diego San José (brillante a ratos y con un inicio tan prometedor que a veces su desarrollo decepciona, pues hay varias situaciones y momentos a lo largo de la historia que no terminan de resultar atractivas), unido la realización profesional y de correcta (tampoco más) factura de EML ayuda a que la peli se pase en un suspiro, pero hay momentos en que echa en falta MÁS DINERITO EN LA PRODUCCIÓN (si llegan a saber, quienes pusieron la pasta, que iba a convertirse en el éxito del año…) , más finura en el trabajo de guión y, lo más importante, asunción de riesgos en el CONTENIDO SOCIO-POLÍTICO de la peli.
Señalemos dos de estos casos: uno, el desenlace del tema y final del cuento, es de comedia romántica amañada y canta tanto a recurso fácil, además de hacer gala de un folclorismo cañí e irreal, que desmerece al conjunto; y dos, y aquí hablamos de palabras mayores, el luctuoso subtema de la viuda de un guardia civil (papel difícil -por situarse entre el drama y la comedia- que encarna una aparentemente ingenua pero en el fondo resignada y conformista Carmen Machi) que todo apunta a que fue víctima de atentado terrorista de ETA, está tratado con una asepsia distante, una carencia de empatía con esta mujer y un simbolismo desacertado en el que lo tangencial (el «españolismo» y sus iconos) adquiere rango de esencial, que parece mostrar de los autores un déficit de valentía, y un ataque de vértigo resuleto con un exceso de corrección política en este tema, verdaderamente difícil de abordar con éxito en una comedia de enredo como «Ocho apellidos vascos». Ante tema tan espinoso y trágico, si no sabes resolverlo dignamente (como merecen las víctimas del terrorismo, queremos decir), y con el coraje y la decisión exigibles (por ejemplo, incidiendo de algún modo, siquiera con un detalle de guión, en la flagrante marginación a que fueron sometidas en los pueblos, y por sus propios vecinos y no solo los más cercanos al radicalismo abertzale, las familias de los asesinados por ETA, fueran estas civiles o militares), quizá hubiera sido mejor soslayarlo. Más que probablemente, el personaje y el conjunto de la historia hubieran funcionado igual sin esa carga de dramatismo extra: pensemos, sin más, en la viuda de un emigrante andaluz o extremeño fallecido en accidente de trabajo debido a una carencia de seguridad laboral; ya tienes ahí la metáfora sobre el terrorismo, la narración no se resiente y para quien quiera comprender has dejado el temita encima de la mesa y sin herir a quien menos lo merece, las víctimas. No, si nos vamos a meter a guionistas un día de estos. Una METEDURA DE PATA difícil de perdonar -más que nada, por fácilmente evitable- para una peli que merece la pena ver. Porque da que pensar y te hace pasar un buen rato, y porque a todos nos hace falta divertirnos, y el entretenimiento sube enteros si lo hacemos riéndonos de nosotros mismos.