MARK KOZELEK «Dragonfiles» del album Red House Painters

MARK KOZELEK no solo nos parece el cantautor vivo más apasionante, prolífico (es bien difícil, por falta de tiempo, seguir todos los discos que graba, ya de versiones, ya de colaboraciones con otros artistas, como Jesu -cerca del hard-heavy- este año o Jimmy Lavalle -electrónica pop-rock- el anterior), versátil y arriesgado, sino que además tuvo una fantástica banda de pop inimitable (tirando un poco al folk songwritter, sí, pero pop ante todo) de guitarras en los 90s, RED HOUSE PAINTERS, como una especie de Smiths evolucionados, congelados en bolsitas y ofrecidos en pequeñas dosis para su lenta desgustación, cuya music no nos cansamos de escuchar, probablemente porque sigue sonando igual de fresca, excitante, raruna y contemporánea que en su momento, que fue hace ya 20 años.

Y también porque, hablando ya específicamente del asunto cantor, hay otras voces sublimes, penetrantes e inconfundibles dentro de este negociado del folk-rock (junto a Kozelek, Damien Jurado, Sufjan Stevens, Jason Molina, Will Oldham y Bill Callahan son nuestros preferidos desde hace años), pero hemos de reconocer que lo de Mark Kozelek es punto y aparte, no solo es la voz en sí, que ya es mucho, sino la creatividad a la hora de usarla, muchas veces casi en declamativo, rozando con elegante distancia el abismo de lo dramático, entonando y fraseando de un modo tan peculiar que parece haberlo inventado él y que no solo sume al oyente en una placidez lúcida, sino que le envuelve en una bruma de romántica, seductora y triste belleza, absolutamente irrresistible. Si existe eso del mantra sonoro que te eleva sin remisión, lo más parecido que hay a ello es para nosotros, las canciones que compone e interpreta este monstruo, malhumorado e inaccesible casi por definición, MARK KOZELEK.

Esta soberbia canción, maravillosamente producida, con ese sonido con eco catedralicio típico del artista, esa guitarra marcando terreno, ese potente bajo que no rehúye el primer plano, esas cadenciosas percusiones, ese parón reflexivo, ese calmo crescendo en medio del tema y esas ariscas guitarras finales….y esa magia extraterrena que crea la music configura un todo aristocrático y elegante que da sopa con onda a tres cuartas partes de las bandas de pop más reconocidas del momento; es nuestro parecer. Un bucle de casi 8 minutos del que no necesitas, no quieres salir nunca.

Grande, grandísimo Mark Kozelek. Esta es la música de cantautor, porque eso y no otra cosa es Kozelek (como lleva demostrando -a todo aquel que se interese un poco por este tipo de music- desde que disolvió RHP en 2.001 para comenzar a publicar como Sun Kil Moon, alias con el que ha grabado nada menos que siete discos, además de una decena de discos con su propio nombre), que nos gusta.

«Dragonflies» la encuentras en uno de los mejores discos de RED HOUSE PAINTERS, el tercero de la banda, titulado con el nombre de la propia banda, y publicado en 1.993.

Y ojito cuando a Kozelek le da por sacar a relucir su alma pop. Porque hace maravillas como este prodigio que es «Ben’s my friend» (en el disco «Benji», de Sun Kil Moon, 2014), con un despliegue de arreglos (que dan idea de su cultura y ambición musical) que a cualquier oído sensible debería, pensamos, dejarle traspuesto. A nosotros nos mató hace un par de años con esta canción dedicada a Ben Gibbard, líder de los exitosos y últimamente desaparecidos DCFC, coros, guitarra española y vientos incluídos. Esto es originalidad en composición y canto y esto es hacer un temazo mayúsculo imposible de olvidar por mucho tiempo que pase; trasciende el folk, el pop, el rock y todo lo habido y por haber. Grande Kozelek, ¿no te parece?