Hoy hace cinco años que nos dejó JASON MOLINA, uno de esos contadísimos artistas cuyo fallecimiento repentino -con solo 39 años- nos desgarró el alma e hizo llorar como nunca nos había pasado con una persona a la que no conocíamos personalmente, más allá de un par de conversaciones circunstanciales tras los numerosos conciertos suyos que tuvimos la suerte de poder disfrutar, desde aquel primero inolvidable en octubre de 2.003 en la Uni de Pamplona con sus recién formados Magnolia Electric Co., y a quien a pesar de eso considerábamos, y seguimos haciéndolo en su ausencia, un amigo del alma.
Siempre llevaremos muy dentro la emoción que tan generosamente desprendían sus impresionantes canciones; un músico sublime, un cantante sin igual que supo reinterpretar como nadie, con modestia, cercanía, honestidad y absoluta dedicación, la herencia de los grandes del folk-rock estadounidense, desde Bob Dylan o Johnny Cash hasta Neil Young.
Para nosotros, Jason ocupa junto a ellos y otros pocos más, un destacado lugar en el olimpo de los dioses. Por canciones como esta que ponemos abajo, que nunca dejarán de sonar en La Estación de Neguri; tampoco nos cansaremos jamás de explicar a los interesados en su música y su figura, quién fue Jason Molina, su grandeza como artista y lo penosa que fue su muerte, perfectamente evitable a nada que la Sanidad de EEUU fuera pública y para todo el mundo o por decirlo más sencillamente, como la nuestra.
Dep, querido y añorado Jason. No te olvidamos, sigues ubicado con todos los honores imaginables en la parte más vulnerable y humana de nuestros corazones.
«Farewell Transmission», para mí, está a la altura de las mejores canciones de Neil Young. Es casi un himno vital. Si no la conoces, ya estás tardando.
Aquí la tienes: