Cactus Blosooms en KutxaBeltza

VIERNES, buen día, pero no perdamos tiempo. Lo de ayer en Bilbao con CACTUS BLOSOOMS fue de no olvidar, como ver a los Everly Brothers (en algunos temas también remitieron a Hank Williams o o la más contemporánea Eilen Jewell) encarnados en un joven y elegantísimo cuarteto que con su folk/country primigenio (nada rural ni ordinario ni bluegrass bailón ni nada de eso) desplegando genoerosamente por toda la sala (Kutxabeltza, Antzoki bilbaino) armonías y music pura elegancia y belleza, nos hizo levitar durante hora y media a un público más numeroso de lo que habíamos previsto.

¡Qué juegos de voces de los hermanos, qué sonido más pulcro y nítido, qué guitarras tan bien tocadas con sonido tan afinado y tan intenso, qué manera de llevar el ritmo entre batería (nos gustó particularmente, su manera de tocar aportaba aires de modernidad al conjunto) y contrabajo acústico, y sobre todo, qué canciones y qué estilazo!.

¿Retro, vintage, anticuado, simple, superado…?

Pues quizá un poco sí, pero qué más da.

Di lo que quieras si no te gusta esta music, perfecto, faltaba más.

Pero a lo que nos emociona y nos gusta tanto nos da que esta music es atemporal, una cumbre del arte que quizá acabe guardada en hipotéticos museos del sonido de otras épocas… pero mientras podamos fliparlo como ayer viéndolo en vivo y en directo interpretado con ese respeto a los clásicos, esa calidad técnica y esa capacidad de crear y trasladar emoción, seguiremos hacièndolo aprovechando la oportunidad.

Porque nos gusta desde el rap hasta la electrónica, desde la ópera hasta la música antigua, desde los cantautores atormentados hasta el pop delicioso, desde el post rock hasta el noise rock, pero no hay nada mejor que esto, creánnos.

(cuando la escuchamos en vivo como ayer, especialmente los baladones lentitos y como románticos que ayer bordaron los hermanitos y sus compañeros, nos viene a la cabeza que pareciera que hemos nacido para escuchar esa music. Nos ocurrió también en los conciertos del año pasado Lambchop y de Richmond Fontaine. Nos mata el buen country, claro que sí)