Crónicas del festival

VIERNES  28 de Octubre

En la primera jornada del festival BIME celebrado en el BEC de Barakaldo, PJ HARVEY DESLUMBRÓ Y SE REIVINDICÓ COMO LA Nº1 DEL ROCK actual. Nadie suena como ella.

 Bueno, rock, folk electrificado, folk-rock de cámara, vanguardia, rock new-progresivo, free rock-jazz… no quedan etiquetas, y en realidad todo sobra para ubicar estilística y personalmente a esta mujer tan menuda en lo corpóreo como inmensa, extrema incluso, en caudal creativo y originalidad y poderío escénico. Björk y Patti Smith juntas, sí, pero también la suma de otras muchas artistas maravillosas que han influido en la que a fecha de hoy es indiscutiblemente LA DIVA Nº 1 del planeta rock.

 Y lo es PJ HARVEY por todo, por su impecable y evolutiva discografía, por su capacidad innovadora en el recurso a estilos y sonidos, por el riesgo sonoro, conceptual y lírico que asume en cada disco, jugándoselo todo y exigiendo a sus seguidores siempre un esfuerzo más….

 Y sí, hay que subrayarlo, por su maravillosa, su increíble VOZ, con un timbre 100% reconocible y por su estelar y arrojada manera de emplearla, utilizando toda la escala tonal, desde el grito del sobreagudo sostenido hasta el infinito pasando por esos medios y esos graves seductores y acariciantes, que nos emocionaron hasta el tuétano. La hemos visto varias veces en concierto en los últimos 20 años, pero nunca lució tanto su voz, fresca, poco castigada y entera en esta ocasión, nada que ver con el video que pusimos ayer del paso de su gira por Moscú en junio, por ejemplo. Fue la de anoche una EXHIBICIÓN VOCAL PORTENTOSA, amigos.

 Y el sonido que disfrutamos, una vez encontrado un buen sitio, a unos 15 metros del escenario, podemos calificarlo de notable, potente, volumen muy alto pero no atronador, y muy nítido distinguiéndose cada instrumento y cada detalle de la voz y de los coros.

 Ah, una cosa más: ¿cuántas veces hemos dicho que su disco de este año, “The Hope Six Demolition Project”, podía presumir de cuatro o cinco hits a la altura de lo mejor de toda su discografía? Cuando ayer, ya en los primeros lances del set, interpretó “Chain Of Keys”, “The Ministry of Defence” y, sobre todo, la coreadísima “The Community of Hope” de elocuente título, dejó el listón tan alto que aunque después cayeran hitazos del jaez de “When Under Ether” o “The Devil” , de su impecable “White Chalk” (2.007) o el blues-rock pattismithiano “Down By The Water” del disco “To Bring You My Love” de 1995, o la punkarra y brevísima “50ft Queenie” de “Rid Of Me” que ya en 1993 la convirtió en estrella del rock rebelde independiente y sin filtro, nadie dijo “ya van sonando las buenas”. De eso nada. No hubo bajones, todo el rato (casi hora y media con el bis) nos tuvo la diva arriba, atentos a tope, y es que no se movía nadie, ni al baño ni a por birras ni nada. No se podía desperdiciar ni un solo minuto. Era el acontecimiento musical del año, y mira que lo habíamos avisado estas últimas semanas.

 Un concierto inolvidable, el de PJ HARVEY, una de las contadas estrellas con brillo natural y no impostado ni sujeto al comercio que aún quedan en el firmamento rock. Una mujer que sabe arroparse en escena de nueve músicos asimismo geniales y polivalentes (los dos principales, Harvey y Parish, le dan a varios instrumentos y cantan muy bien, y el saxo principal era todo un virtuoso) y se presenta ante sus aficionados con un sonido poderoso, estremecedor, emocionante e inconfundible y una puesta en escena impresionante pero a la vez sobria y seria. Poca broma, como se dice ahora. Respto máximo al aficionado como diciendo «tú pagas la entrada, y yo lo doy todo, y no escatimo en medios». Pues claro.

 Habría que hablar de los otros conciertos que vimos, pero fue tal el impacto que nos causó Polly Jean, que los demás artistas y bandas parecían no ya de una división inferior sino incluso de otro deporte.

 Y mira que fue mágica y emocionante, por ejemplo, la comparecencia de EDWYN COLLINS (ex Orange Juice), rememorando en un set acústico con tres guitarras y teclas, sin bajo ni batería, el delicioso pop melancólico y naif de los 80s y mostrando cómo se puede superar, con coraje y determinación y la ayuda incondicional de un ser querido, su esposa, un devastador ataque hemipléjico que le dejó para el arrastre hace unos años.

 También estuvo muy bien el country-folk espacial y sorprendentemente (para bien) guitarrero y sicodélico en directo de nuestros amados RICHMOND FONTAINE (los pinchamos cada dia en La Estación) y disfrutamos su set como niños, porque si hay una music que nos entra fácil pero fácil es esta: el country alternativo. Espléndidos Richmond Fontaine, mucho más animados y rítmicos, y con un tempo má rápido, en concierto que en disco; la gente lo flipó con ellos. Se dejaron eso sí, nuestra canción favorita del nuevo disco, «Whitey and Me».

 Y del concierto de NACHO VEGAS hablaremos otro día. Será mejor. Porque nos encontramos justo con lo que nos temíamos. Y como SUEDE, ni con su nuevo disco con peli incluida ni con sus posteriores hits de los años 90s y 00s tampoco nos levantó el ánimo, la verdad es que el cierre de la noche fue un poco flojete. Eran dos opciones que nos suscitaban dudas (lo habíamos previsto, je), y por algo era ello. En el caso de Suede, quizá es porque estábamos ya un poco cansados y como con el cupo de buena music ya lleno. En el de Nacho Vegas era otra cosa (el populismo «antifascista» de sus nuevas canciones, ufff, qué perezón), y eso estaba ya descontado, pero es que además no se oía bien su voz, tapada por el tremendo barullo instrumental y de ese infumable y nutridísimo coro en el escenario. Flojo, sin paliativos. Nuestro Nacho Vegas era otro, el cantautor intimista. Y mira que había fans en primera fila (donde estábamos también nosotros, por supuesto), y parecían muy contentos. Cosas veredes, amigo Nacho, je. Menos mal que el recuerdo del conciertazo de PJ HARVEY podía con todo.

 Temblamos de emoción cuando, a mitad de concierto, hizo «When Under Ether», con Mick Harvey a las teclas.

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