Crónica sobre el concierto de McEnroe

No hemos dicho nada sobre el EXTRAORDINARIO, POR NO DECIR HISTÓRICO (sin duda, el mejor de los al menos 30 que les hayamos visto estos últimos diez años) de los getxotarras MCENROE, e incluso de los teloneros MANETT el sábado en el Antzoki bilbaíno.

En hacer de la cita una de esas para recordar durante años si no toda la vida, intervinieron varias cosas:

1) La enorme y palpable EXPECTACIÓN de la afición por comprobar cómo sonaban en directo (ya se sabe, más o menos guitarreras, más o menos emocionantes, más o menos rotundas, más o menos redondas en la interpretación) las canciones del espléndido NUEVO DISCO, «Rugen las flores” de Mcenroe. A nosotros nos parece que lo distingue de la discografía anterior de la banda su sonido, brillante y profesional, sus elaboradas y flipantes partes instrumentales (que en directo nos dejaron obnubilados, casi sin habla) y unas letras menos afligidas de lo habitual, e incluso esperanzadoras en algunos temas. “Cabe la posibilidad de que te pueda olvidar en algún momento…., en este momento” (“Electricidad”). Había muchas ganas de volver a verles tocar en casa y en buenas condiciones (en una sala de conciertos como es debido; porque en los festivales, ejem…), esa es la verdad, y cuando el público sigue atento y emocionado el concierto, y lo disfruta a tope cada momento, y vitorea el final de cada canción, se nota y para bien.

2) RICARDO Lezón, vocalista e indiscutido líder de MCENROE (compone letras y melodías, canta y toca la guitarra) tuvo probablemente el mejor día de toda su vida sobre un escenario. CANTÓ potente, sensible, dándolo todo en cada situación, brillando tanto en los bajos como en los altos, con desbordante sentimiento, impresionó tanto por técnica como por energía en el apartado vocal, añadiendo una rica expresividad gestual y corporal, interpretando el cancionero de la banda como lo que es, uno de los mejores cantantes de nuestro país. Escucharle cantar por derecho como lo hizo en “Tormentas” o la desarmante delicadeza con que dio comienzo, casi él solo con su guitarra y su voz, a la nueva “Como las ballenas” («nunca más encontrar quien me alumbre y me haga temblar leeeeeentameeente»…) nos emocionó fuera de lo común. Verle después de hora y media de concierto en el camerino, atendiendo solícito a amigos y fans, empapado de sudor y casi sin expresión en la cara de puro agotamiento lo decía todo. Misión cumplida, parecía trasmitir sin pretenderlo. Hacerlo bien, o mejor sobresaliente, en el Antzoki es casi una obligación con cada disco, y los nervios siempre te pueden jugar una mala pasada. Tocar en casa impone mucho. Al terminar el concierto, suponemos, liberas toda la energía y la tensión. Lo reconoció en su página de F.: estuvo como en una nube toda la noche. Y es que Ricardo no solo emociona a los demás, ahí está su secreto. El primero que tiembla, que siente cada palabra, cada verso, cuando interpreta sus canciones y que vive a fondo lo que cuenta en ellas es él mismo. “¿Por qué, eeeee, no te acuestas junto a mí, iiiii, y me ayudas a rompe,eeer todo lo que me hace mal?” pregunta en “Caballos y palmeras”, uno de los hits del disco. Gallina en pìel, oiga.

3) RAÚL Pérez, el nuevo, que hacía el sexto sobre el escenario. Es el co-productor del disco, un amable, discreto y solícito joven andaluz apenas en la treintena que ha nacido para hacer música: talento y oído, descomunales. Raúl es ya un viejo conocido, forma parte de VIENTO SMITH, el otro proyecto de Ricardo Lezón. Por cierto, vimos el concierto junto a David Cordero, factotum de los para nosotros míticos -y ya desaparecidos Úrsula- y también miembro de Viento Smith; David se desplazó desde Sevilla para ver tocar a Mcenroe, eso es afición y eso es amistad. Se aprende (y se disfruta) mucho viendo music in live al lado de artistas de este nivel. Volviendo a lo que hizo Raúl, tocó TECLAS, revisó el –excelente- sonido y ayudó de vez en cuando con las guitarras. Creemos que, con su dominio de todo lo que ocurre, dio tranquilidad y seguridad a la banda, además de otorgarle un mayor empaque al sonido cuando tocaba sus teclados.

4) Gonzalo, el fenomenal GUITARRISTA SOLISTA de Mcenroe, es casi media banda, sobre todo cuando está sembrado, como el sábado. Admiramos a todos los músicos de Mcenroe, pero cada vez estamos más seguros de que el sonido tan peculiar e inconfundible de los getxotarras reside fundamentalmente en las melodías y la voz de Ricardo y en esa guitarra estelar, entre country y espacial, de Gonzalo. Muchos nos preguntábamos cómo respondería el guitarrista al exigente reto de interpretar los punteos interminables de “Coney Island” o “Como las ballenas”. Boquiabertos, emocionados, exhaustos de tanto movernos (ladear la cabeza, más que nada), y muy agradecidos, así nos dejó. Clavó cada nota, incluso dio la impresión de que mejoraba lo grabado, hacía más profundos intensos y emocionantes sus propios arreglos. Se comenta por ahí que en este disco Gonzalo ha intervenido más, que ha aportado más cosas a las canciones y al sonido en general, y eso se nota mucho, para muy bien.

5) EL SONIDO: gracias a quien competa. Te dicen que eran los Smiths o Nick Cave y te lo crees. No solo tocaron, todos, como Dios, es que el sonido fue impecable. Limpio, matizado, el volumen justo (alto, claro), vibrante y brillante, la voz perfectamente ecualizada (se entendía cada sílaba de los versos de Ricardo, y pocas veces nos ha pasado eso en un concierto de nadie), rozando el diez. Felicitamos a los técnicos y al responsable de la sala. Estaban también ellos, encantados; normal, fue una noche perfecta.

6) MANETT y su estupendo concierto (queríamos escuchar las canciones de “Caravan” su nuevo disco y la impresión fue excelente), imposible mejor primer plato (fue mucho más que un aperitivo) para ver a Mcenroe, además del buen rollo entre las dos bandas que se trasmite al público y tal.

7) El APOTEÓSICO FINAL DEL CONCIERTO, con las dos bandas tocando la vez, “El sur de mi vida”, primera canción descomunal de la discografía de Mcenroe.

Podríamos contar más cosas. Como que nos pareció que solo dejaron una o dos de las nuevas por tocar y que de las viejas hicieron (hablamos de memoria) al menos “La palma” (fue la primera), “Tormentas”, “Mundaka”, “Los valientes”, “La cara Noroeste” y “El sur de mi vida”. Como que el comentario general de las decenas de amigos con que charlamos era si “Rugen las flores” estaba a la altura del casi insuperable “Las orillas” (¿Nuestra opinión? Son muy distintos, pero el nuevo disco es también excepcional). O como que la peña se preguntaba cómo es posible que una banda tan consolidada como Mcenroe, con tantas y tantas canciones maravillosas y sencillas de disfrutar que mucha gente se sabe de memoria, y que despacha conciertos sublimes como el del sábado, no suena en los 40 o en esas emisoras comerciales que nunca escuchamos quizá por cosas como esa, o cómo no llena Miribilla o el BEC como lo hacen otros artistas nacionales en nuestra opinión no les llegan a la suela del zapato en lo que a la calidad musical y en lo lírico se refiere.

Bueno, pues listo; tarde, pero hemos contado cositas sobre el acontecimiento musical del mes, y hasta el momento, del año. ¿No estuviste el sábado en el Antzoki? Una pena, ya, pero es que estabas avisado/a…. A ver si repiten cerca de casa, que nos quedamos un poco con las ganas. Si eso, volvemos a anunciarlo debidamente, como se merecen estos artistazos.

A la salida, hicimos una especie de encuesta: ¿cuál es la canción que más has echado en falta?

Respuestas más repetidas : “El alce”, “Islandia”, “Las mareas” y “La noche de San Juan”.

Pues vamos a despedirnos con una de ellas. Si la canta Ricardo el sábado, se cae el Antzoki. “Dicen los indios que el alce nunca aprendió a llorar, por eso embiste a los árboles para descargar, toda la furia y la rabia que no le deja vivir…, que no me deja olvidar (…) al despertarte tal vez hubo un segundo de compasión para este imbécil que escribía canciones de amor en las servilletas de cafeterías desiertas”… Apostaríamos medio sueldo a que la gente la hubiera cantado de pe a pa el sábado; es un himno romántico en toda regla, y eso son palabras mayores.